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Lionel Messi, enfocado y hambriento, tiene la misión de ganar la Copa del Mundo para Argentina.

Argentina venció Italia 3-0 en La Finalissima el miércoles por la noche.

Fue una exhibición dominante que sirvió como un disparo de advertencia para el resto de Europa: este equipo de Argentina habla en serio. Muchos han descartado la relevancia de Sudamérica para el fútbol moderno en lo que respecta al fútbol internacional, pero ya no lo harán más.

Porque esta fue una actuación deslumbrante de La Albiceleste.

Tomaron la delantera en el minuto 28 a través de Lautaro Martínez antes de duplicar su ventaja en el tiempo de descuento al final de la primera mitad a través de Angel di Maria. Paulo Dybala, suplente tardío, puso entonces la victoria fuera de toda duda en la muerte.

Argentina disfrutó de la mayor parte de la posesión y registró diez tiros a puerta contra Italia, un equipo que impresionó a tantos cuando ganó la Eurocopa 2020 en el estadio de Wembley el verano pasado.

Pero Lionel Messi también tiene historia en la capital inglesa. Ahí fue donde deslumbró cuando el Barcelona venció al Manchester United para ganar la Liga de Campeones en 2011 e hizo lo mismo aquí.

Messi, jugando en el rol libre que Lionel Scaloni le ha permitido con la selección argentina, jugó con una agresividad y ganas que habrá calentado la sangre hasta de los hinchas más hastiados. Apretó como un demonio y dio la impresión de que dará la vida por alcanzar la gloria en Qatar.

Ese es el objetivo final, por supuesto. Algunos descartaron La Finalissima como un amistoso sin sentido, pero Messi y sus compañeros argentinos ciertamente no lo hicieron. Se dan cuenta de la importancia simbólica que tiene para su equipo montar un espectáculo.

Porque el Mundial está a la vuelta de la esquina y Argentina irá allí como uno de los favoritos para levantar el premio más prestigioso del fútbol. Han demostrado que pueden competir con un peso pesado europeo y solo se clasificaron para La Finalissima en primer lugar debido a sus hazañas el verano pasado.

Fue entonces cuando vencieron a Brasil en la final de la Copa América en el Maracaná de Río de Janeiro para ganar su primer título desde 1993. Hacer eso en el escenario de la final de la Copa del Mundo de 2014, cuando Argentina perdió ante Alemania, fue muy significativo.

Y así fue la actuación del miércoles por la noche. Este equipo de Argentina tal vez no esté tan cargado de talento como en encarnaciones anteriores, pero parece ser un grupo tan unido como cualquier otro en el fútbol mundial. Todos están cantando de la misma hoja de himno.

Y están jugando con disciplina, defendiendo como leones y presionando con intensidad. Martínez sostuvo la pelota como un nueve de clase mundial. Di María amenazó con la incisión de viejo. Rodrigo de Paul y Guido Rodríguez fueron disciplinados en el doble pivote. Emiliano Martínez ordenó a sus cuatro defensas y entregó cuando se le pidió.

Y en el centro de todo estaba Messi, el hombre al que etiquetan como el mejor futbolista de todos los tiempos. Muchos han criticado su actuación a lo largo de su primera temporada en Paris Saint Germain pero sobre la base del miércoles parece tan hambriento como siempre.